lunes, 1 de junio de 2009

La sed.

En detalle: "Flores de una noche de verano" (2008) 1,50 x 1,00 m.


Matilda está en el campo. Viajó con su abuela al pueblo de dónde es su familia.
En ese lugar su abuela es más Nenucha que en cualquier otro lado.
Al sol descansan las figuras que modeló con barro y pasto.
Tiene las zapatillas de cuero blanco totalmente embarradas.
Está concentrada tratando de liberar a su calzado del barro con un palito.
Todo parece detenido. Las sombras no se mueven.
El sol derrite todo a su alrededor.
Espanta distraída con su mano derecha unas mosquitas que se acercan demasiado a su nariz.
Tiene sed, pero la casa queda lejos. No tiene ganas de volver aún.
Imagina el líquido corriendo por su garganta, eliminando toda la tierra que parece haberse adueñado de Matilda.
Siente sus labios secos.
Percibe un movimiento al costado de su cara. Es un panadero que Matilda atrapa entre sus dedos. Le quita, delicadamente, la semilla que está alojada en el centro y lo suelta dejándolo flotar una vez más.
A lo lejos una cotorra se queja. Matilda decide volver a la casa.
Necesita un vaso de agua, si es soda mejor.
A unos metros de la casa empieza a escuchar las voces de la interminable sobremesa de los mayores.
Traspasa la cortina de flecos de plástico de todos colores.
En un primer momento le cuesta reaccionar. Está demasiado oscuro a comparación del exterior.
Una vez sus ojos se acostumbran a la luz del ambiente, se acerca a su abuela.
Uno de sus tíos tiene un vaso servido frente a él.
El vidrio está transpirando, empañado, por la temperatura del líquido que contiene.
Matilda observa el vaso sintiéndo más sed que nunca.
Parece soda, es transparente y con burbujas. Imagina el sifón de metal gris.
Las cosquillas en su nariz que provocan las burbujas de la soda recién servida en el vaso.
A lo mejor es sprite, especula ilusionada, ya que le gusta más.
Pide permiso al dueño de ese vaso y encara el líquido deseado.
Para corresponder a la sed que siente, vierte el contenido del vaso en su boca, casi sin respirar.
Grande fue su sorpresa cuando su garganta se vio invadida por un sabor demasiado amargo como para evitar las primeras arcadas de rechazo con el vaso aún en contacto con su boca.
No era soda lo que contenía, era agua tónica.
Salió corriendo al baño, entre las risotadas de los mayores que habían percibido su desengaño.


8 comentarios:

  1. Matilda ha comenzado a comprender que no siempre se produce lo que esperamos que suceda

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  2. pero las sorpresas están buenas tambien!

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  3. me encanta la forma en que narras las situaciones, y recuerdo haber pasado de chica por lo que pasó matilda, pero con el gancia de mi abuelo, su aperitivo favorito!

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  4. Chiqui ... y ademas se empezaron a reir. Y si, desgraciadamente son esas las situaciones que nos hacen crecer. La proxima vez ya va ser mas desconfiada.

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  5. Yo me acuerdo de una tarde, entrando en en la cocina de la casa de mi abuela, el estomago me hacía ruido, un pedazo de queso en un platito, esta es la mía!, todo de un bocado, para determinar, arcada incluida, que no era queso, sino manteca, amarrillenta por el paso del tiempo fuera de la heladera ...

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