viernes, 12 de junio de 2009

Verona.

Imagen: Mensajes de amor en la casa de Julieta. Agosto 2007


Amaranta y sus amigas arriban a Verona en su periplo italiano.
Directo desde el tren, deciden parar a desayunar antes de ir al hotel.
El bar no tiene más de tres metros cuadrados, pero crece hacia afuera, ocupando toda la estrecha vereda.
Observan a los demás ocupantes de las mesas vecinas.
Son todos hombres grandes, en su mayoría vestidos de negro, que consumen su vaso de gancia con limón de las diez de la mañana.
Chiao bella, le grita uno, dando por comenzado un intercambio de preguntas y respuestas.
La voz de un hombre a sus espaldas, la interrumpe en su charla.
Buscando al dueño de esa voz se encuentra con los ojos más verdes que nunca antes observó. El portador de semejante mirada se presenta a Amaranta y sus amigas.
Es Angelomario.
Se autoinvita a la mesa y se presenta como un artista di concreto.
Trabaja en obras de construcción de gran tamaño, requerido por tedescos, pasa varios meses al año en Alemania.
Ahora está una semana de vacaciones en su casa.
Se ofrece de guía para un tour a la casa de Julieta. Las chicas aceptan y encaran la peatonal.
Una vez en la famosa casa, se entretienen leyendo los mensajes de amor pegados en las paredes del pasillo que conduce a un patio.
Para acceder al famoso balcón hay que abonar una entrada.
Las amigas de Amaranta declinan la oferta y deciden esperarla en el patio de planta baja.
Finalmente se decide y con Angelomario emprende el recorrido, a través de las escaleras interminables de madera.
Una vez en el último piso, Amaranta se embriaga de romanticismo contemplando el lecho y vestidos de Julieta exhibidos.
Angelomario aprovecha el momento para obsequiarla con un beso.
Largo y suave al mismo tiempo, dejándola sin aliento.
Cuando al balcón se acercan, Angelomario comienza a explicarle algo que ella no comprende.
El procede, con su dedo índice, a desabrochar en un rápido y único movimiento los botones de la blusa. Amaranta queda al descubierto, en pleno balcón de Julieta, con su soutien de encaje negro. El público reunido en el patio comienza aplaudirla y sacarle fotos. Adivina a sus amigas, que la silban y festejan.
Ella intenta cubrirse y comienza a tironear de la tela con Angelomario.
Amaranta da por zanjada la diferencia de criterio con una sonora bofetada.
Por las escaleras va insultando al Romeo trucho mientras va abrochando los estropeados botones de su blusa.
Sus amigas intentan calmarla pero ella encara la salida.
Se da la vuelta para mirar por última vez el balcón.
En ese momento ocupado por tres mujeres cincuentonas que acompañadas del aplauso del público del patio, exhiben orgullosas sus corpiños rosas.








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3 comentarios:

  1. Amaranta descubre que esos libritos simil guia de turismo con los tips de cada lugar no están de más, pero quien le quita lo bailado, Angelomario sin tejanas, Verona, el balcón ...

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  2. Le toca cada cosa a la pobre Amaranta...ahora un artista del concreto ( léase un albanil)y siempre cae presa por los intentos de amar...en el balcon se sintio Julieta, pero con encaje negro al descubierto...uauuuuuuuuuuuuuuuu

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  3. No se la puede dejar sola a esta chica? Que cosa!!! Si viniera de Alemania podria entenderlo pero es argentina y esta acostumbrada a los filos de sangre caliente. Y bue... cuando sea vieja va a tener algo para contar y eso esta bien. Que suerte que me meti hoy en el blog. Todos los dias se aprende algo nuevo. Nunca estuve en el balcon de Julieta pero si se me da, se que me tengo que poner mi mejor corpinio.

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